viernes, 29 de julio de 2011

6:14 a.m.

Daniel

-Hola

-...

-¡Hola!

-...

Es inútil, está demasiado lejos, no me escucha. Me acerco tranquilamente, pero esta sensación de caminar y no avanzar es desesperante. De pronto lo entiendo, otra vez sueño con ella y ella no conmigo, es como estar viendo una película de la cual quiero ser protagonista. Si tan sólo esta vez lograra mantenerme dormido hasta que voltee y la pueda ver.

El mismo sueño, la ciudad de siempre, esa que desconozco, si tan solo pudiera ver su cara, si pudiera dejar de seguirla como ángel guardián, siempre a sus espaldas.

Ha entrado al parque y se sienta en la segunda banca de la derecha, junto a la fuente. Parece esperar a alguien, imagino que cierra los ojos y disfruta de la brisa, del ruido de las hojas al mecerse, del sonido del agua corriendo en la fuente y seguramente sonríe.

Pienso que quizá puedo tocarla y justo en ese momento aparece él, bien parecido, con una sonrisa de comercial de pasta de dientes y le sonríe. El cuerpo de ella se eriza y yo siento una mezcla de celos y felicidad que no se descifrar.

Ella se levanta, se besan, se abrazan por un tiempo que se me figura interminable para luego empezar a caminar. Yo tras de ellos, como invisible guarda espaldas, con una sonrisa que no puedo evitar.

Caminan un par de cuadras, tomados de la mano, platicando y riendo, hasta que llegan a un edificio, suben un par de pisos y entran a un pequeño departamento. Él va a la cocina ella se acerca a la ventana y se queda pensando unos minutos. Él le dice algo, justo en el momento en que descubro su reflejo en el cristal de la ventana y el cuarto parece dar vueltas hasta que quedo justo afuera de la ventana, frente a ella viéndola directo a los ojos, tan cerca, tan claro, tan real que por un momento, justo cuando ella empieza a dibujar una sonrisa en su rostro, puedo pensar que me está viendo, que nos estamos reconociendo. Verla, descubrirla, me llena de felicidad y despierto.

Mónica

Una ciudad nueva, la emoción del reto, conquistar los espacios, hacerlos propios. Camino al parque con esta lluvia de ideas en la cabeza, tratando de dominar los miedos, deseando que él no tarde en llegar. Al entrar al parque es fácil decidir en que banca sentarme, siempre me han gustado las fuentes, el sonido del agua al correr me tranquiliza, la tarde es preciosa, y estoy impaciente por verlo.

Sin darme cuenta ya está enfrente de mí, siento mi piel erizarse, me sonríe y me vuelvo a enamorar. Lo beso y lo abrazo, pienso que la vida no es otra cosa que estos pequeños instantes y trato de disfrutarlo al máximo. Vamos a la casa, tenemos muchos planes y platicarlos siempre nos hace sonreír .La tarde y noche es toda nuestra y todo puede pasar. El va a la cocina, nos apetece un vino y mientras él lo obtiene, yo voy a mi lugar favorito de la casa a mirar el sol ponerse desde nuestra ventana. La vista de la ciudad, tan nueva a mis ojos, tan desconocida, me hace recordar, la ciudad de antes, lo perdido, los amigos de antes y los de siempre. Justo en ese momento él me pregunta ¿tinto?, y sin saber por qué un nombre viene a mi cabeza, lo imagino, sonrío y despierto.

6:14 a.m.

6:14 a.m. en el reloj, ambos despiertan al mismo tiempo, les toma un poco de tiempo separar el sueño de la realidad.

Daniel tiene el impulso de llamarle , pero sabe que no son horas adecuadas para marcarle a una mujer casada, por muy amigos que sean.

Monica despierta tranquila, voltea a ver a su marido aun dormido, lo besa , sonríe y piensa que será de Daniel.